Según mi viejo la mejor hora del día es la noche. Mi mam prefiere la mañana. Yo y mi hermana somos una mezcla de los dos. Por supuesto. Aguante el atardecer, hora mágica.
Momento en que te das cuenta que se va terminando el día. Que te colgaste con tantas cosas que querías hacer, que ya no llegás y tenés que dejarlas para después. Ese después eterno que arrastramos día a día.
Mirás lo lindo que queda el sol en el horizonte, bien de película. Caes en la realidad de que no hay mucho para cocinar y no tenés ganas de salir a comprar.
Esta es una tarta vaga pero rica. Para aprovechar lo que tengas y salir del paso.
Pero no se dejen engañar, lo simple también sorprende.
Y para los que prefieren el amanecer les dejo este:
Tarta invertida de cebolla
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